miércoles, 31 de mayo de 2017

Renzo Olivo terminó con éxito el partido contra Tsonga

Renzo Olivo completó su trabajo y dio hoy el gran golpe ante Jo-Wilfried Tsonga en París. 
Le ganó por 7-5, 6-4, 6-7 6 y 6-4 y avanzó a la segunda ronda del Grand Slam francés.

Fueron apenas nueve minutos. Seguramente los minutos más tensos y 'largos' de su vida. Fueron apenas diez puntos cargados de adrenalina hasta que finalmente Renzo Olivo terminó cerrando la mejor victoria de su vida con un 7-5, 6-4, 6-7 (6-8) y 6-4 en tres horas y 32 minutos sobre Jo-Wilfried Tsonga, el mejor jugador local, uno de los grandes ídolos para los franceses en Roland Garros que, además, venía de conseguir su tercer título de la temporada en Lyon. Pero nada de eso le importó al argentino. Por eso celebró con alma y vida y con los puños apretados esa victoria de la primera ronda que pudo haber terminado el martes, ya casi de noche en París. Tardó un par de horas más pero festejó al fin y ahora podrá pensar en el británico Kyle Edmund, su adversario de la segunda ronda en su primera experiencia en el cuadro principal del segundo Grand Slam de la temporada.
Había tenido sus chances Olivo un día antes cuando estuvo 6-6 en el tie break del tercer set y cuando sacó 5-3 en el cuarto ante un muy errático Tsonga. Pero no se le dio. Ayer aprovechó ese impulso negativo que traía con el drive su rival y pudo cerrar el partido. Enseguida se puso 40-0 con el saque de Tsonga gracias a un drive ancho, un drive a la red y un drive largo, pero el 11° del mundo se recuperó con el empuje de la gente y pese a los tres match points en contra (un error con el drive y otro con el revés de Olivo y un smash de Tsonga para levantar las tres oportunidades). Enseguida otro revés y otro drive largos de Tsonga le dieron al rosarino la cuarta chance. Y ahí Olivo no falló con el drive cruzado y ganador.
Olivo, otro exponente de la buena generación del 92 del tenis argentino, se debía una alegría así. La consiguió en París, donde él se formó cuando era un pibe. Aquellas noches de llanto en la academia Muratoglou se transformaron en un mediodía de felicidades.

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