Después de provocar un accidente en el que murió una mujer embarazada, ganó por puntos.
El sueño de volver a ser todavía queda lejos pero, a su vez, está un poco más cerca. Porque tras vencer por puntos en fallo unánime al colombiano Wilson Alcorro, Rodrigo Barrios se posicionó de una buena manera en la búsqueda de una chance por el título del mundo. Las tarjetas marcaron la victoria de La Hiena por 100 a 90,5, 100 a 92 y 99,5 a 93,5.
Había mucho por demostrar en la noche correntina para el ex campeón mundial de los superplumas de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). A sus 34 años, y aunque él consideraba lo contrario, la pelea de anoche era, posiblemente, su última oportunidad de relanzarse como un púgil de aspiraciones importantes.
No era eso lo único que estaba en juego. Tras casi un año de ausencia (su última pelea había sido en noviembre, cuando venció al mexicano Michael Lozada), Barrios se reencontró con el público. Y la gente fue el termómetro: un apoyo incondicional en la previa con almuerzo con barrabravas de Tigre incluido. Por la noche, el estadio fue una caldera, con casi 3 mil personas vivándolo y abucheando a su rival, a quien apodaron “abuelo” a causa de sus 36 años. Pero con el transcurso de los asaltos, la gente perdió la paciencia y las palabras de aliento mutaron por momentos a abucheos. Para ambos.
No era eso lo único que estaba en juego. Tras casi un año de ausencia (su última pelea había sido en noviembre, cuando venció al mexicano Michael Lozada), Barrios se reencontró con el público. Y la gente fue el termómetro: un apoyo incondicional en la previa con almuerzo con barrabravas de Tigre incluido. Por la noche, el estadio fue una caldera, con casi 3 mil personas vivándolo y abucheando a su rival, a quien apodaron “abuelo” a causa de sus 36 años. Pero con el transcurso de los asaltos, la gente perdió la paciencia y las palabras de aliento mutaron por momentos a abucheos. Para ambos.
Empujado por el público, Barrios buscó con tranquilidad llevar adelante su plan de pelea desde el primer asalto. Había manifestado en la previa sus deseos de que el espectáculo durase al menos seis rounds. Así, buscó desde el principio abrirle la guardia perfilado como un diestro (ambos son zurdos), tratando de hacer daño en la zona hepática. De a poco, la diferencia se fue haciendo notar. Los envíos eran mayores y mejores que los de su rival, pero también se mostró algo errático, lo que le impidió asestar el golpe de gracia. Barrios buscó hasta el final e intentó sobreponerse pese a su falta de ritmo, pero no le alcanzó.
Ahora Barrios puede mirar hacia adelante, planificar futuras peleas (una sería en Uruguay) y soñar con un combate, en 2011, frente a Juan Manuel Márquez (el monarca) o Michael Katsidis, quienes definirán en noviembre quién conservará el cinturón de los ligeros de la OMB. No fue medida Alcorro (que reemplazó casi a última hora a su compatriota Humberto Gutiérrez, que alegó motivos personales para no pelear), pero anoche, a orillas de un río que ofrece un paisaje estupendo a cualquier hora, eso fue lo de menos. Lo importante, para Rodrigo Barrios, era volver a sentirse boxeador. Volver a sentirse vivo.
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