sábado, 5 de mayo de 2018

Música/Int.: Roger Waters: un megashow con dardos cargados a Trump


2597505 BARCELONA.- “Vivimos en una distopía de pesadilla. ¡Por favor, ayuda!” En Us+Them Tour, el enorme espectáculo audiovisual y sensorial que Roger Waters ideó tras cuatro intensos años de gira con The Wall, el músico más influyente de su generación busca encender la alarma, movilizar al público y exponer a quien elige como responsable de todos los males que están al caer: Donald Trump. Y lo hace con decisión. Con clásicos de Pink Floyd resignificados, con imágenes que impactan al punto de pensar cómo será la reacción del propio presidente de los Estados Unidos.
Como anticipo de lo que presentará en el Estadio Único en noviembre próximo, el músico británico montó en Barcelona el recital de estadio más ambiciosos desde la era The Wall; el presidente de EE.UU. ocupa el lugar de Thatcher como fetiche de sus obsesiones políticas
Como anticipo de lo que presentará en el Estadio Único en noviembre próximo, el músico británico montó en Barcelona el recital de estadio más ambiciosos desde la era The Wall; el presidente de EE.UU. ocupa el lugar de Thatcher como fetiche de sus obsesiones políticas. Crédito: TIFF.
Como esas muñecas a las que se les puede cambiar fácilmente el look, el hombre que derrotó a Hillary Clinton es objeto de todo tipo de comparación, de vestuario y hasta de máscara.

Paradójicamente, Waters no puede sacarse el muro de encima. Aquel de Berlín, desplomado hace casi 29 años, amenaza con volver a erigirse más alto, más extenso, más aterrador. Pero ya no para separar Alemania, sino para remarcar la división entre los Estados Unidos y México. “Una nación sin fronteras no es una nación en absoluto. Debemos tener un muro”. La frase de Trump se proyecta sobre una pared de pantallas que, desde el aire, dividen al campo. Es el inicio del segundo capítulo del show, después de cerrar el primer capítulo con el impacto más fuerte de The Wall, las partes dos y tres de “Another Brick in the Wall” y un coro de niños con mamelucos naranjas. En su pecho portan el número que los identifica como presos de un sistema escolar opresivo y perimido. De los albores de la era Thatcher a los días del Brexit, Roger Waters se reafirma como un cronista implacable. Aun con las contradicciones que puedan saltar a la vista entre un mensaje idealista y anticapitalista y las corporaciones que sostienen económicamente el tour, el ex Pink Floyd -¿alguna vez será ex?- se muestra firme a la hora de transmitir su mensaje. Sin medias tintas, lo más crudo y descarnado posible.

“No tendremos más remedio que destruir totalmente Corea del Norte”. “Yo también tengo un botón nuclear, pero es mucho más grande y más poderoso que el suyo, y mi botón funciona”. De repente, entre “Dogs”, “Pigs (Three Different Ones)” y “Money”, en el Palau San Jordi de Barcelona, 17.000 personas leemos en las múltiples pantallas las frases que Donald Trump fue pronunciando desde la campaña presidencial y, a partir de enero del año pasado, cuando fue erigido el presidente número 45 de los Estados Unidos. El impacto de ver esas enormes letras blancas sobre fondo negro tiene su aliado en versiones más intensas y rockeras de estos clásicos de Pink Floyd que no solo resisten el paso del tiempo, sino que demuestran su capacidad para adaptarse a nuevos mensajes y a nuevos enemigos. No parecieran ser los hombres los que las reinterpretan, sino ellas las que dicen cómo deben hoy ser tocadas. El segmento llega a su fin de la manera más elocuente y española posible: “Trump, eres un gilipollas”.
Ante 17.000 personas, el músico desplegó un arsenal poderoso de sonidos y visuales que complementan sus viejas y nuevas canciones
Ante 17.000 personas, el músico desplegó un arsenal poderoso de sonidos y visuales que complementan sus viejas y nuevas canciones Crédito: TIFF.
El tramo europeo del Us + Them Tour empezó en Barcelona a mediados de abril, pasó por seis ciudades italianas y se trasladará a lo largo de 23 países durante la primavera y el verano del Viejo Continente. El 31 de agosto y una vez que la euforia del Mundial de fútbol se haya apagado, Moscú recibirá al tour como última parada antes del tramo por América Latina, que empezará el 9 de octubre en San Pablo y aterrizará en La Plata el 6 y el 9 de noviembre. El año pasado, en los Estados Unidos, Waters recibió las señales más directas de que no todos están de acuerdo con su lectura de la actualidad. Un abogado intentó que se suspendieran dos conciertos, grupos proisraelíes se manifestaron en contra del tour en Nueva York (como respuesta al boicot artístico y económico contra Israel que el músico apoya y que, precisamente en Barcelona, reafirmó participando de una protesta) y hasta algunos objetos fueron arrojados sobre el escenario. Inalterable, RW solo infla más el pecho y respira profundo para continuar con la gira.

En un año en el que músicos como Elton John y Paul Simon anunciaron su despedida de los escenarios, Roger Waters diseñó un concierto que es una experiencia inmersiva, un viaje en el tiempo y una línea punteada hacia un futuro incierto. ¿Se trata, también, del cierre de su larga trayectoria sobre los escenarios del mundo? Quizá. Lo cierto es que si mañana decidiera dejar de tocar este show sería fácilmente releído como la síntesis de su legado, la matriz de una obra de proporciones inmensas que casi siempre empaquetó con el nombre de Pink Floyd.

Curioso el caso de Waters y los Floyd. Sus ambiciones -y obsesiones- casi siempre orbitaron alrededor de la banda-faro, estando o no en ella. Y algo similar les sucedió y les sucede a los otros exintegrantes. Semanas atrás, el baterista Nick Mason anunció que saldrá de gira con una nueva banda y un repertorio que se basará en los primeros dos discos de Pink Floyd: The Piper at the Gates of Dawn y A Saucerful of Secrets. En el caso del Us+Them Tour (“Nosotros+Ellos”, por cierto, en referencia a una canción deThe Dark Side of the Moon), los discos seleccionados por el bajista son el mencionadoThe Dark Side of the Moon, Wish You Were HereAnimals y The Wall. Es decir, sus fructíferos años 70. Además, un triángulo de canciones de su primer álbum de estudio (de rock) en dos décadas y media, el reciente Is this the Life we Really Want?, que aparecen en escena juntos, como parte del único segmento “extra” Floyd: “Déjà Vu”, “The Last Refugee” y “Picture That”.

Ese hombre flaco que siempre viste de negro y porta una sonrisa tibia parece haber encontrado la fórmula de la eterna juventud. En escena, su presencia es leve y, por momentos, hasta roza lo invisible. La escenografía, las luces y el impactante sonido “conspiran” contra el clásico show de rock, contra la veneración todo terreno. Como en The Wall, por momentos estamos en presencia de un gigante musical; por otros, simplemente de una genial locura que puede tener absortos e inmersos en ella a las 17.000 personas que colman la capacidad del imponente Palau San Jordi.
Su nuevo megaespectáculo combina efectos audiovisuales y sensoriales; en noviembre, llega a La Plata
Su nuevo megaespectáculo combina efectos audiovisuales y sensoriales; en noviembre, llega a La PlataCrédito: TIFF.
El show comienza antes de que comience el show. Y no se trata de un juego de palabras. Mientras se sientan los que esperaron pacientemente a ser atendidos en algunos de los numerosos puestos en los que se venden a paso veloz cervezas y bocadillos (sándwiches), en la enorme pantalla ubicada como telón de fondo se proyecta una imagen inquietante. Un paisaje de playa, un mar calmo y alguien de espaldas al público observando el horizonte. Las olas impactan con fuerza en nuestros oídos; las gaviotas también. Ese sonido “nivel IMAX” está llamado a ser uno de los grandes protagonistas de la noche.

Con solvencia, con aplomo y con un protagonismo medido, la banda que acompaña a Waters emula el sonido de Pink Floyd. Sin artificios, con vigor, las versiones son aquellas que están en los discos, pero potenciadas por la rabia que nos invade en algunos pasajes. El del Us+Them Tour es un show para un público amplio. Para los viejos fans de la banda, que se emocionarán de principio a fin no solo con las canciones, sino con los guiños sonoros y visuales que visten el concierto; y también lo es para los más jóvenes, aquellos que intentarán, en una sola noche, absorber una porción importante de la historia del rock.

Suena “Speak to Me” de fondo mientras los gladiadores se preparan para salir a escena. Una vez en ella, arremeten con “Breathe” y “One of this Days”. Un comienzo sobrio y hasta tímido que, a partir de “Time” subirá la temperatura hasta explotar en mil pedazos con “Another Brick in the Wall Part 2” y “Another Brick in the Wall Part 3”, en lo que será el cierre de la primera parte del show. Como ya lo hiciera en la gira de The Wall, Waters y la banda son acompañados aquí por 12 chicos de la ciudad. Visten esos mamelucos naranjas que mencionamos antes y, cuando su participación y la canción culminan, el fin del segmento llega con una palabra que no es precisamente “the end”. Es Resistir. Y con ella está todo dicho.

El segundo capítulo comienza con esa diatriba anti-Trump y conecta con el “chanchito valiente” que lleva cuatro décadas volando. Pasa por nuestras cabezas y por las chimeneas de la central eléctrica de Battersea (Londres). Aún se esfuerzan por lucir humeantes. Es cierto que el presente no tiene nada que ver con el arte de tapa deAnimals, con la decadencia industrial que supo simbolizar. Incluso hoy allí hay un costosísimo complejo de departamentos valuados, cada uno, en dos millones de euros. Pero en esas chimeneas podemos encontrar la respuesta a la vigencia de tamaño repertorio: son canciones que erizan el alma y, como tales, tienen el poder de pasar de un siglo a otro aún más jóvenes y brillantes que su progenitor.


No hay comentarios: