"Paul deja a Los Beatles", tituló el Daily Mirror ese 10 de abril de 1970 en mayúsculas de catástrofe, y la frase dio la vuelta al globo con la contundencia de un fusilazo.
Fue tal el impacto de la noticia que CBS News dijo que algún día sería analizada como un hito en la caída del Imperio Británico. Así de perturbador fue enterarse de que la banda que desde sus canciones parecía tener las respuestas para todo lo que pasaba en el mundo se había acabado.
Desde ese momento, y a lo largo de los últimos 50 años, ordenar su
desenlace fue como tratar de armar el rompecabezas de un naufragio:
hartazgo, problemas legales, presiones financieras, Yoko Ono ,
bajones anímicos, egos fuera de control, la muerte del manager, otra
vez Yoko, heroína, LSD. Todas piezas sueltas, esparcidas a lo largo de
la espasmódica década del 60, para terminar de entender dos finales: el
del grupo más influyente de la historia y el del idilio más complicado
que nos dio el siglo XX.
Los Beatles dejaron de tocar en vivo en 1966.
Además de que estaban hartos de las giras frenéticas y descontroladas, los gritos de los fans durante los conciertos impedían que se apreciara la calidad de sus canciones. La decisión la habrían tomado después del escándalo desatado en Filipinas tras rechazar la invitación de la Primera Dama Imelda Marcos a almorzar en su palacio presidencial. La mujer del dictador Ferdinand Marcos puso a los medios y a los admiradores en contra del grupo, saboteó su presentación en la isla y ellos tuvieron que escapar sin custodia, cargándose las valijas, antes de que una multitud enfurecida los alcanzara. Paul McCartney dijo: «Ahí fue cuando se sembró en mí la semilla de que debía salirme de alguna manera, antes de que los Beatles me sacaran».
Para John Lennon fue la muerte del manager Brian Epstein (en 1967) lo que le dio la primera evidencia de que como grupo ya no se sentían unidos: «Los Beatles terminaron cuando Brian nos dejó. Después de eso, colapsamos». Habían recibido la noticia durante un seminario de meditación en Gales a cargo de Maharishi Mahesh Yogi, un guía espiritual al que seguían George Harrison y su mujer, Patti. Epstein, el hombre que los descubrió, les puso traje y corbata, los peinó con su mítico flequillo y los lanzó a la categoría de dioses, había muerto por una sobredosis la noche anterior. «El Maharishi dijo, como un idiota: ‘Está muerto, ¿y qué? ¡Sonrían!’ Y eso fue lo que hicimos. Yo no podía hacer otra cosa que no fuera música, y estaba asustado. Supe que estábamos en problemas», recordó.
En febrero de 1968, algo desorientados y escapando de la presión de los medios, siguieron al Mararishi al norte de India para hacer un retiro espiritual. No lo completaron, entre otras cosas, porque el gurú habría abusado de una de las mujeres del grupo. Paul dijo que después de ese viaje John parecía estar siempre enojado: «Empezaba a perderse bajo los efectos del LSD. Tomaba tanto que se le había borrado su propia identidad». Lennon convino: «Aunque meditaba unas 8 horas por día, estaba escribiendo las canciones más miserables del mundo».
Poco después, cuando lanzaron el Álbum Blanco , la crítica ya los definía como cuatro artistas individuales que parecían estar preparándose para una carrera en solitario. Harrison empezaba a producir artistas para Apple Records -el sello creado por los Beatles-;Ringo Starr filmaba una película erótica de ciencia ficción con Marlon Brando y John Huston; Lennon jugueteaba en su orla psicodélica junto a Yoko Ono… y McCartney intentaba mantener el grupo vivo. Planteó retomar las giras, pero todos se opusieron. Entonces, propuso filmar los ensayos de un último disco de estudio y sacar una película con el resultado de ese proceso: Let it Be . En los estudios de cine Twickenham había cámarógrafos siguiéndolos todo el tiempo. «Teníamos que estar ahí a las 8 de la mañana, todo para las cámaras, y no se puede hacer música a las 8 de la mañana», contó Lennon. McCartney daba las órdenes, también al director, y enojaba a todos mientras hacía lo imposible por contagiar algo de entusiasmo. El proyecto, con amenazas, portazos, deserciones, regresos y más portazos, se les iba de las manos. A los pocos días decidieron volver a grabar a Apple.
Let it Be es recordado como un tormento de disco, caótico, mala onda, gestado en el germen de una desintegración y, aún así, cuidado entre algodones: no se quería perjudicar su lanzamiento y había que retrasar lo máximo posible el momento crucial en que los Beatles estallasen en pedacitos. Mikal Gilmore, histórico periodista de la revista Rolling Stone, llegó a ilustrar así ese período: «Era un frío enero de 1969. Los Beatles estaban sentados en un aún más frío estudio de sonido en los Twickenham Film Studios de Londres en compañía de las últimas personas en el mundo con las que querían estar: los Beatles».
Let it Be , LP y película, se estrenaron el 8 de mayo de 1970, casi un mes después del anuncio de McCartney de la disolución. Aunque es el último trabajo publicado, fue Abbey Road el último en grabarse. Epílogo de diez años de carrera, Lennon estuvo ausente durante gran parte de su proceso: miope y torpe para manejar, había tenido un accidente en Escocia que le costó 5 días de hospital y varios puntos de sutura en la cara a él y a Yoko. Cuando se reincorporó, el resto del grupo vio incrédulo cómo unos hombres descargaban una cama y la instalaban en el estudio. La había comprado en Harrods esa misma tarde para que ella siguiera los progresos del disco mientras se recuperaba. «Boquiabiertos, contemplamos cómo la depositaban cuidadosamente junto a las escaleras. Entonces, sin decir palabra, Yoko se metió en ella y se tapó meticulosamente con las sábanas». Lennon puso, además, un micrófono para que todos pudieran escuchar los comentarios de su mujer, como una colaboradora más. En una ocasión, ella se atrevió a aconsejarle a Paul que acomodara una vocal y la sala se quedó muda. Como antecedente, la única vez que Brian Epstein había querido hacer un aporte en un tema fue humillado por Lennon delante de todos.
Yoko, la perversa, la manipuladora, la vil, fue también señalada como la responsable de haberlo iniciado en el consumo de heroína. Él dejó de existir como ser individual y se mimetizó con ella al punto de llegar a cambiar su nombre por el de John Ono Lennon. «Yoko me despertó realmente. Se enamoró de mí, no del famoso, y a través de eso sacó lo mejor de mí», dijo. Ella regularmente intentó mejorar su mala fama: «John quería que yo fuera parte del grupo. Como él lo había creado, pensaba que los demás debían aceptarlo. Pero no me pareció correcto». En su lugar, formaron juntos (en 1969) la Plastic Ono Band con la que grabaron a sus anchas varios discos experimentales de dudoso gusto.Unfinished Music No.1: Two Virgins , lleno de gritos, gemidos, bostezos y ruidos extraños y en cuya portada salían desnudos, fue calificado en partes iguales como una locura, una tomadura de pelo y una genialidad. Lennon explicó: «Creo que es lo mejor que he hecho. Es realista y es fiel a la persona que he sido en los años de mi vida, soy yo y nadie más y eso me gusta».
«A Yoko la despreciaron»
Yoko lo llevaba a sus límites y se los hacía sobrepasar. Y él no escuchaba a nadie que pudiera sugerirle nada en contra de ella. Disueltos ya los Beatles y mirando en perspectiva, comentó: «A Yoko la despreciaron. Parecía que tenía que elegir entre estar felizmente casado con ellos o con ella, y elegí a Yoko». En 1973, Ringo Starr le pidió a él y a Harrison que colaboraran juntos en un tema de su primer disco solista. La experiencia fue productiva, se sintieron cómodos y Harrison sugirió que podrían volver a formar un grupo: «Estaba bastante molesto, George no dejaba de pedírmelo. Él disfrutaba con la sesión y el ambiente era muy bueno, pero yo estaba con Yoko. Y ellos todavía pensaban que yo podría formar un grupo sin ella».
Para él nunca existió la posibilidad de una vuelta atrás. En una de las entrevistas más memorables que le hicieron (era diciembre de 1970), hablaba con el director de la Rolling Stone:
-Siempre se dijo que los Beatles eran cuatro partes de la misma persona. ¿Qué pasó con esas cuatro partes?
-Recordaron que eran cuatro individuos. Nosotros también creímos en el mito de los Beatles, nos vendimos, y me siento asqueado por ello (.) Nuestra música estaba muerta desde que conseguimos nuestro primer éxito, a principios de los 60. Por eso nunca llegamos a mejorar (.) Sentí que la película Let it Be estaba armada por Paul y para Paul. Esa es una de las principales razones por la que los Beatles terminaron. Nos aburrimos de ser sus acompañantes.
-Decís que fuiste el que primero que dejó The Beatles.
-Sí.
-¿Cómo?
-Le dije a Paul: «Me voy». Lo supe en el vuelo hacia Toronto cuando fuimos a presentar la Plastic Ono Band. Les conté a Eric Clapton y a Klaus Voormann que dejaría la banda y que me gustaría estar con ellos en un nuevo grupo, pero no sabía cómo lo haría.
En la teoría y solo para un grupo privado formado por McCartney, Ringo, Yoko Ono y el polémico manager Allen Klein, Lennon había anunciado el 20 de septiembre de 1969 que se salía de la banda, en una reunión en la sede de Apple. «No te lo iba a decir, pero estoy rompiendo el grupo. Se siente bien, se siente como un divorcio». El resto del mundo, medios incluidos, no se enterarían hasta la publicación de la portada del Daily Mirror , el 10 de abril. Ni siquiera Ono conocía los planes de John ese día. Le confesó años después a Philip Norman, autor de una de las mejores biografías del músico: «Nos metimos en el auto, él se dio vuelta hacia mí y me dijo: ‘Ya se acabó lo de Los Beatles, a partir de ahora somos vos y yo, ¿ok?’. Y yo pensé: ‘Por Dios, esos tres chicos fueron los que lo entretuvieron durante tanto tiempo. Ahora voy a tener que ocupar sus lugares'».
Curiosamente, resulta que Paul también se lo había dicho a una periodista y nadie en el mundo entero le prestó la más mínima atención. «Paul is dead» [Paul está muerto] fue un rumor adentro de un fiasco con forma de divague que nació en septiembre de 1966 y que tiene incluso su página en Wikipedia. Sostiene que el Beatle desapareció misteriosamente y que desde entonces un doble (llamado William Campbell, supuesto policía canadiense) ocupa su lugar. El sustento insostenible: liderar desde la banda la difusión de drogas duras mediante el control de las masas.
La presencia de Yoko Ono en la intimidad del estudio fue uno de los motivos
que aceleraron el desgaste entre los cuatro.
En junio de 1969 alguien reavivó la hipótesis y la revista Life preparó una investigación especial. El director mandó a la corresponsal en Escocia a buscarlo para sacarle unas palabras. Él llevaba semanas recluido junto a su familia. Y ante la visita inesperada, se mostró vivito y coleando, accedió a que le tomaran una foto y dijo, brevemente: «El asunto Beatles se acabó. Estoy feliz de estar con mi familia. Estuve conectado a todo aquello durante 10 años. Ahora me desconecto cada vez que puedo. Me gustaría ser un poco menos famoso estos días (.) El tema con nosotros fue explotado, en parte por lo que hicimos y en parte por lo que hicieron los demás. Somos individuos diferentes. John se casó con Yoko, yo me casé con Linda. No nos casamos con la misma chica. Tenemos que irnos ahora, tenemos dos niños en casa».
Por esos días estaba cómodo en su campo, pero bebía al paroxismo del alcoholismo desde la mañana temprano y alimentaba una gran depresión. Su mujer lo convenció para que empezara a trabajar en un primer álbum sin la banda. En marzo llamó a Lennon para decirle que él también dejaba los Beatles, a lo que le contestó: «Dios, somos dos de nosotros los que lo aceptamos mentalmente». Lennon no le perdonó haber usado la separación para promocionarse como un artista en solitario. Aquel 10 de abril del anuncio infausto, se enfureció: «Saqué cuatro discos en el último año y no dije ni una sola palabra sobre renunciar». Pero ambos trabajos convivieron saludablemente en las listas de éxitos de ventas.
Más allá de la disputa sobre quién tomó primero la decisión, separarse, en los papeles, como empresa, fue un dolor de cabeza que los llevó a la Justicia. No solo eran los artistas más famosos del planeta. A través de la compañía Apple Corps gestionaban sus impuestos, producían películas, tenían emprendimientos inmobiliarios, editaban libros y discos de otros músicos y pagaban sueldos. Además, tenían contratos que respetar. «No fue un asunto de los cuatro y nada más -contó Paul-. Si hubiera sido tan sencillo, hubiésemos tenido una disolución el día en que John anunció que se iba. Hubiéramos tomado nuestras cosas. estos son mis zapatos, esta es mi pelota, esa es tu pelota, y nos hubiéramos ido. Pero éramos parte de una gran máquina comercial». Cuando firmaron el documento que los mantenía unidos hasta 1977, nadie prestó atención y se olvidaron del asunto. Pero claramente establecía que cualquier decisión que tomaran, como grabar por separado o renunciar, tenía que ser consensuado con los otros tres.
La diferencia irreconciliable
En 1969, a pesar de la oposición de McCartney, Lennon sumó a Allen Klein como nuevo manager. El músico desoyó a todos y le dio entrada a pesar de que ya había estafado a los Roling Stones. Su ingreso terminó convirtiéndose, de todas, en la mayor diferencia, la irreconciliable entre los dos amigos de adolescencia de Liverpool. Para no seguir atado al grupo otros siete años, pero sobre todo para que la ruptura no los dejara en la ruina o presos, Paul decidió ir a la Corte: «Empezó a parecer que era un asunto de tres votos contra uno (.) Tuvimos que llevar a un nivel muy alto algo que deberíamos haber resuelto cuatro personas conversando amigablemente (.) Me mentalizaba con que estaba demandando a Klein, o a un simple hombre de negocios». Klein los hacía sentir como miembros junior de la compañía. «Pues no, yo soy un senior. Me imagino que mi opinión es tan buena como la de cualquier otro, especialmente cuando todo esto es mío». El 31 de diciembre de 1970, McCartney demandó ante el Tribunal Superior de Londres a Ringo, John, Harrison y Apple Corps por el fin de la relación contractual de los Beatles y se inició así un largo proceso de divorcio que terminó en 1975, cuando la Justicia se pronunció a favor del creador de «Yesterday».
Pasaron 10 años antes de que Lennon se sentara a hablar abiertamente de esos días de finales y polémicas. Tal vez su más honesta entrevista fue la de nueve horas que le hizo la revista Playboy , en 1980, pocos días antes de ser asesinado: «Estuve trabajando bajo convenios comerciales desde mis 22 años, hasta mi treintena. Era lo único que conocía. No era libre. Mi contrato era la manifestación física de estar en prisión. El rock and roll ya no era divertido. Elegí no optar por las cosas típicas que con el tiempo podía ofrecerme el negocio, como ir a Las Vegas y dedicarme a cantar todos mis éxitos (.) Los días de giras eran como una secuencia de la película Satiricón, de Fellini: drogas y prostitutas en las habitaciones de los asistentes, visitas frecuentes a prostíbulos, orgías. No se puede ser de otra forma en una situación con tantas presiones. Los asistentes nos aguantaban muchas mierdas porque estábamos en una situación de mierda. Tenés que ser un bastardo para lograrlo. Eso es un hecho. Y los Beatles fuimos los más grandes bastardos en la Tierra».
Paul también ya se había sincerado ( Life , abril de 1971): «Fue fantástico. Amé cada minuto de ello, fue hermoso. Pero fue una vida muy recluida. ¿Por qué alguien tenía que llamarme por teléfono cada día, despertarme y decirme que tenía que estar en Apple en una hora? Cualquier ser humano adulto se despierta a la hora que quiere. Me terminé de hartar el día de los árboles de Navidad. «¿Querés uno? Porque la oficina está comprando árboles para todo el mundo», me dijeron. Lo odié. De hecho, acabo de recoger mi propio árbol en el campo, en Escocia».
La banda tocó por última vez en vivo en la terraza de las oficinas de Apple Corps, el 30 de enero de 1969. Fue una actuación algo improvisada en la que ni siquiera hubo público, salvo algunos trabajadores de la empresa. Pero ese momento es uno de los más icónicos de su historia juntos. Fue parodiado en un capítulo de Los Simpson, con Homero, Skinner, Apu y Barney como protagonistas. U2 también hizo referencia al concierto en su video «Where The Streets Have No Name», de 1987. Los Beatles interpretaron, con el fin de hacer un registro documental, nueve tomas de cinco canciones durante 42 minutos en total, hasta que llegó la policía y desenchufó, literalmente, el equipo de sonido de la mayor banda de todos los tiempos.
La última aparición pública como banda: para las canciones que tocaron en la terraza
del edificio de Apple Corps, el 30 de enero de 1969.
Más allá de ninguneos, escándalos y deslealtades, la realidad es que el grupo un día se había acabado y cada uno ya estaba en su propio camino, en la música y en la vida. Alguna que otra vez se juntaron. En el casamiento de Eric Clapton con la ex de Harrison, Pattie Boyd, Paul, George y Ringo tocaron en vivo por unos minutos. Starr y Harrison colaboraron mutuamente en varios de sus álbumes solistas. McCartney tocó en el disco de Ringo Starr de 1973. Y así, sucesivamente. Con Lennon, salvo durante una confusa jam session en Los Ángeles, a expensas de la grabación de un disco de Harry Nilsson, nunca volvió a hacer música. Lo visitó varias veces en su departamento en Nueva York y con el tiempo recompusieron un poco su vieja amistad.
A la distancia (2009, revista Radio Times ), dijo Paul: «Así como John podía decir algo malo de mí, también podía bajarse las gafas hasta la punta de la nariz para decirme ‘te quiero’. Eso es lo que conservo de él. Pero también había otros dos miembros de los Beatles: George y Ringo. Todos fuimos increíblemente afortunados. Era una combinación mágica: yo tenía a John y a George y a Ringo, pero también John tenía a Paul y a George y a Ringo, y Ringo a George, a Paul y a John. Nos teníamos el uno al otro y eso fue, en definitiva, una combinación especial». En épocas de ídolos de usar y tirar, a algunas leyendas, especialmente a esta, se le permite ser recordada perfecta.
Los Beatles dejaron de tocar en vivo en 1966.
Además de que estaban hartos de las giras frenéticas y descontroladas, los gritos de los fans durante los conciertos impedían que se apreciara la calidad de sus canciones. La decisión la habrían tomado después del escándalo desatado en Filipinas tras rechazar la invitación de la Primera Dama Imelda Marcos a almorzar en su palacio presidencial. La mujer del dictador Ferdinand Marcos puso a los medios y a los admiradores en contra del grupo, saboteó su presentación en la isla y ellos tuvieron que escapar sin custodia, cargándose las valijas, antes de que una multitud enfurecida los alcanzara. Paul McCartney dijo: «Ahí fue cuando se sembró en mí la semilla de que debía salirme de alguna manera, antes de que los Beatles me sacaran».
Para John Lennon fue la muerte del manager Brian Epstein (en 1967) lo que le dio la primera evidencia de que como grupo ya no se sentían unidos: «Los Beatles terminaron cuando Brian nos dejó. Después de eso, colapsamos». Habían recibido la noticia durante un seminario de meditación en Gales a cargo de Maharishi Mahesh Yogi, un guía espiritual al que seguían George Harrison y su mujer, Patti. Epstein, el hombre que los descubrió, les puso traje y corbata, los peinó con su mítico flequillo y los lanzó a la categoría de dioses, había muerto por una sobredosis la noche anterior. «El Maharishi dijo, como un idiota: ‘Está muerto, ¿y qué? ¡Sonrían!’ Y eso fue lo que hicimos. Yo no podía hacer otra cosa que no fuera música, y estaba asustado. Supe que estábamos en problemas», recordó.
En febrero de 1968, algo desorientados y escapando de la presión de los medios, siguieron al Mararishi al norte de India para hacer un retiro espiritual. No lo completaron, entre otras cosas, porque el gurú habría abusado de una de las mujeres del grupo. Paul dijo que después de ese viaje John parecía estar siempre enojado: «Empezaba a perderse bajo los efectos del LSD. Tomaba tanto que se le había borrado su propia identidad». Lennon convino: «Aunque meditaba unas 8 horas por día, estaba escribiendo las canciones más miserables del mundo».
Poco después, cuando lanzaron el Álbum Blanco , la crítica ya los definía como cuatro artistas individuales que parecían estar preparándose para una carrera en solitario. Harrison empezaba a producir artistas para Apple Records -el sello creado por los Beatles-;Ringo Starr filmaba una película erótica de ciencia ficción con Marlon Brando y John Huston; Lennon jugueteaba en su orla psicodélica junto a Yoko Ono… y McCartney intentaba mantener el grupo vivo. Planteó retomar las giras, pero todos se opusieron. Entonces, propuso filmar los ensayos de un último disco de estudio y sacar una película con el resultado de ese proceso: Let it Be . En los estudios de cine Twickenham había cámarógrafos siguiéndolos todo el tiempo. «Teníamos que estar ahí a las 8 de la mañana, todo para las cámaras, y no se puede hacer música a las 8 de la mañana», contó Lennon. McCartney daba las órdenes, también al director, y enojaba a todos mientras hacía lo imposible por contagiar algo de entusiasmo. El proyecto, con amenazas, portazos, deserciones, regresos y más portazos, se les iba de las manos. A los pocos días decidieron volver a grabar a Apple.
Let it Be es recordado como un tormento de disco, caótico, mala onda, gestado en el germen de una desintegración y, aún así, cuidado entre algodones: no se quería perjudicar su lanzamiento y había que retrasar lo máximo posible el momento crucial en que los Beatles estallasen en pedacitos. Mikal Gilmore, histórico periodista de la revista Rolling Stone, llegó a ilustrar así ese período: «Era un frío enero de 1969. Los Beatles estaban sentados en un aún más frío estudio de sonido en los Twickenham Film Studios de Londres en compañía de las últimas personas en el mundo con las que querían estar: los Beatles».
Let it Be , LP y película, se estrenaron el 8 de mayo de 1970, casi un mes después del anuncio de McCartney de la disolución. Aunque es el último trabajo publicado, fue Abbey Road el último en grabarse. Epílogo de diez años de carrera, Lennon estuvo ausente durante gran parte de su proceso: miope y torpe para manejar, había tenido un accidente en Escocia que le costó 5 días de hospital y varios puntos de sutura en la cara a él y a Yoko. Cuando se reincorporó, el resto del grupo vio incrédulo cómo unos hombres descargaban una cama y la instalaban en el estudio. La había comprado en Harrods esa misma tarde para que ella siguiera los progresos del disco mientras se recuperaba. «Boquiabiertos, contemplamos cómo la depositaban cuidadosamente junto a las escaleras. Entonces, sin decir palabra, Yoko se metió en ella y se tapó meticulosamente con las sábanas». Lennon puso, además, un micrófono para que todos pudieran escuchar los comentarios de su mujer, como una colaboradora más. En una ocasión, ella se atrevió a aconsejarle a Paul que acomodara una vocal y la sala se quedó muda. Como antecedente, la única vez que Brian Epstein había querido hacer un aporte en un tema fue humillado por Lennon delante de todos.
Yoko, la perversa, la manipuladora, la vil, fue también señalada como la responsable de haberlo iniciado en el consumo de heroína. Él dejó de existir como ser individual y se mimetizó con ella al punto de llegar a cambiar su nombre por el de John Ono Lennon. «Yoko me despertó realmente. Se enamoró de mí, no del famoso, y a través de eso sacó lo mejor de mí», dijo. Ella regularmente intentó mejorar su mala fama: «John quería que yo fuera parte del grupo. Como él lo había creado, pensaba que los demás debían aceptarlo. Pero no me pareció correcto». En su lugar, formaron juntos (en 1969) la Plastic Ono Band con la que grabaron a sus anchas varios discos experimentales de dudoso gusto.Unfinished Music No.1: Two Virgins , lleno de gritos, gemidos, bostezos y ruidos extraños y en cuya portada salían desnudos, fue calificado en partes iguales como una locura, una tomadura de pelo y una genialidad. Lennon explicó: «Creo que es lo mejor que he hecho. Es realista y es fiel a la persona que he sido en los años de mi vida, soy yo y nadie más y eso me gusta».
«A Yoko la despreciaron»
Yoko lo llevaba a sus límites y se los hacía sobrepasar. Y él no escuchaba a nadie que pudiera sugerirle nada en contra de ella. Disueltos ya los Beatles y mirando en perspectiva, comentó: «A Yoko la despreciaron. Parecía que tenía que elegir entre estar felizmente casado con ellos o con ella, y elegí a Yoko». En 1973, Ringo Starr le pidió a él y a Harrison que colaboraran juntos en un tema de su primer disco solista. La experiencia fue productiva, se sintieron cómodos y Harrison sugirió que podrían volver a formar un grupo: «Estaba bastante molesto, George no dejaba de pedírmelo. Él disfrutaba con la sesión y el ambiente era muy bueno, pero yo estaba con Yoko. Y ellos todavía pensaban que yo podría formar un grupo sin ella».
Para él nunca existió la posibilidad de una vuelta atrás. En una de las entrevistas más memorables que le hicieron (era diciembre de 1970), hablaba con el director de la Rolling Stone:
-Siempre se dijo que los Beatles eran cuatro partes de la misma persona. ¿Qué pasó con esas cuatro partes?
-Recordaron que eran cuatro individuos. Nosotros también creímos en el mito de los Beatles, nos vendimos, y me siento asqueado por ello (.) Nuestra música estaba muerta desde que conseguimos nuestro primer éxito, a principios de los 60. Por eso nunca llegamos a mejorar (.) Sentí que la película Let it Be estaba armada por Paul y para Paul. Esa es una de las principales razones por la que los Beatles terminaron. Nos aburrimos de ser sus acompañantes.
-Decís que fuiste el que primero que dejó The Beatles.
-Sí.
-¿Cómo?
-Le dije a Paul: «Me voy». Lo supe en el vuelo hacia Toronto cuando fuimos a presentar la Plastic Ono Band. Les conté a Eric Clapton y a Klaus Voormann que dejaría la banda y que me gustaría estar con ellos en un nuevo grupo, pero no sabía cómo lo haría.
En la teoría y solo para un grupo privado formado por McCartney, Ringo, Yoko Ono y el polémico manager Allen Klein, Lennon había anunciado el 20 de septiembre de 1969 que se salía de la banda, en una reunión en la sede de Apple. «No te lo iba a decir, pero estoy rompiendo el grupo. Se siente bien, se siente como un divorcio». El resto del mundo, medios incluidos, no se enterarían hasta la publicación de la portada del Daily Mirror , el 10 de abril. Ni siquiera Ono conocía los planes de John ese día. Le confesó años después a Philip Norman, autor de una de las mejores biografías del músico: «Nos metimos en el auto, él se dio vuelta hacia mí y me dijo: ‘Ya se acabó lo de Los Beatles, a partir de ahora somos vos y yo, ¿ok?’. Y yo pensé: ‘Por Dios, esos tres chicos fueron los que lo entretuvieron durante tanto tiempo. Ahora voy a tener que ocupar sus lugares'».
Curiosamente, resulta que Paul también se lo había dicho a una periodista y nadie en el mundo entero le prestó la más mínima atención. «Paul is dead» [Paul está muerto] fue un rumor adentro de un fiasco con forma de divague que nació en septiembre de 1966 y que tiene incluso su página en Wikipedia. Sostiene que el Beatle desapareció misteriosamente y que desde entonces un doble (llamado William Campbell, supuesto policía canadiense) ocupa su lugar. El sustento insostenible: liderar desde la banda la difusión de drogas duras mediante el control de las masas.
La presencia de Yoko Ono en la intimidad del estudio fue uno de los motivos
que aceleraron el desgaste entre los cuatro.
En junio de 1969 alguien reavivó la hipótesis y la revista Life preparó una investigación especial. El director mandó a la corresponsal en Escocia a buscarlo para sacarle unas palabras. Él llevaba semanas recluido junto a su familia. Y ante la visita inesperada, se mostró vivito y coleando, accedió a que le tomaran una foto y dijo, brevemente: «El asunto Beatles se acabó. Estoy feliz de estar con mi familia. Estuve conectado a todo aquello durante 10 años. Ahora me desconecto cada vez que puedo. Me gustaría ser un poco menos famoso estos días (.) El tema con nosotros fue explotado, en parte por lo que hicimos y en parte por lo que hicieron los demás. Somos individuos diferentes. John se casó con Yoko, yo me casé con Linda. No nos casamos con la misma chica. Tenemos que irnos ahora, tenemos dos niños en casa».
Por esos días estaba cómodo en su campo, pero bebía al paroxismo del alcoholismo desde la mañana temprano y alimentaba una gran depresión. Su mujer lo convenció para que empezara a trabajar en un primer álbum sin la banda. En marzo llamó a Lennon para decirle que él también dejaba los Beatles, a lo que le contestó: «Dios, somos dos de nosotros los que lo aceptamos mentalmente». Lennon no le perdonó haber usado la separación para promocionarse como un artista en solitario. Aquel 10 de abril del anuncio infausto, se enfureció: «Saqué cuatro discos en el último año y no dije ni una sola palabra sobre renunciar». Pero ambos trabajos convivieron saludablemente en las listas de éxitos de ventas.
Más allá de la disputa sobre quién tomó primero la decisión, separarse, en los papeles, como empresa, fue un dolor de cabeza que los llevó a la Justicia. No solo eran los artistas más famosos del planeta. A través de la compañía Apple Corps gestionaban sus impuestos, producían películas, tenían emprendimientos inmobiliarios, editaban libros y discos de otros músicos y pagaban sueldos. Además, tenían contratos que respetar. «No fue un asunto de los cuatro y nada más -contó Paul-. Si hubiera sido tan sencillo, hubiésemos tenido una disolución el día en que John anunció que se iba. Hubiéramos tomado nuestras cosas. estos son mis zapatos, esta es mi pelota, esa es tu pelota, y nos hubiéramos ido. Pero éramos parte de una gran máquina comercial». Cuando firmaron el documento que los mantenía unidos hasta 1977, nadie prestó atención y se olvidaron del asunto. Pero claramente establecía que cualquier decisión que tomaran, como grabar por separado o renunciar, tenía que ser consensuado con los otros tres.
La diferencia irreconciliable
En 1969, a pesar de la oposición de McCartney, Lennon sumó a Allen Klein como nuevo manager. El músico desoyó a todos y le dio entrada a pesar de que ya había estafado a los Roling Stones. Su ingreso terminó convirtiéndose, de todas, en la mayor diferencia, la irreconciliable entre los dos amigos de adolescencia de Liverpool. Para no seguir atado al grupo otros siete años, pero sobre todo para que la ruptura no los dejara en la ruina o presos, Paul decidió ir a la Corte: «Empezó a parecer que era un asunto de tres votos contra uno (.) Tuvimos que llevar a un nivel muy alto algo que deberíamos haber resuelto cuatro personas conversando amigablemente (.) Me mentalizaba con que estaba demandando a Klein, o a un simple hombre de negocios». Klein los hacía sentir como miembros junior de la compañía. «Pues no, yo soy un senior. Me imagino que mi opinión es tan buena como la de cualquier otro, especialmente cuando todo esto es mío». El 31 de diciembre de 1970, McCartney demandó ante el Tribunal Superior de Londres a Ringo, John, Harrison y Apple Corps por el fin de la relación contractual de los Beatles y se inició así un largo proceso de divorcio que terminó en 1975, cuando la Justicia se pronunció a favor del creador de «Yesterday».
Pasaron 10 años antes de que Lennon se sentara a hablar abiertamente de esos días de finales y polémicas. Tal vez su más honesta entrevista fue la de nueve horas que le hizo la revista Playboy , en 1980, pocos días antes de ser asesinado: «Estuve trabajando bajo convenios comerciales desde mis 22 años, hasta mi treintena. Era lo único que conocía. No era libre. Mi contrato era la manifestación física de estar en prisión. El rock and roll ya no era divertido. Elegí no optar por las cosas típicas que con el tiempo podía ofrecerme el negocio, como ir a Las Vegas y dedicarme a cantar todos mis éxitos (.) Los días de giras eran como una secuencia de la película Satiricón, de Fellini: drogas y prostitutas en las habitaciones de los asistentes, visitas frecuentes a prostíbulos, orgías. No se puede ser de otra forma en una situación con tantas presiones. Los asistentes nos aguantaban muchas mierdas porque estábamos en una situación de mierda. Tenés que ser un bastardo para lograrlo. Eso es un hecho. Y los Beatles fuimos los más grandes bastardos en la Tierra».
Paul también ya se había sincerado ( Life , abril de 1971): «Fue fantástico. Amé cada minuto de ello, fue hermoso. Pero fue una vida muy recluida. ¿Por qué alguien tenía que llamarme por teléfono cada día, despertarme y decirme que tenía que estar en Apple en una hora? Cualquier ser humano adulto se despierta a la hora que quiere. Me terminé de hartar el día de los árboles de Navidad. «¿Querés uno? Porque la oficina está comprando árboles para todo el mundo», me dijeron. Lo odié. De hecho, acabo de recoger mi propio árbol en el campo, en Escocia».
La banda tocó por última vez en vivo en la terraza de las oficinas de Apple Corps, el 30 de enero de 1969. Fue una actuación algo improvisada en la que ni siquiera hubo público, salvo algunos trabajadores de la empresa. Pero ese momento es uno de los más icónicos de su historia juntos. Fue parodiado en un capítulo de Los Simpson, con Homero, Skinner, Apu y Barney como protagonistas. U2 también hizo referencia al concierto en su video «Where The Streets Have No Name», de 1987. Los Beatles interpretaron, con el fin de hacer un registro documental, nueve tomas de cinco canciones durante 42 minutos en total, hasta que llegó la policía y desenchufó, literalmente, el equipo de sonido de la mayor banda de todos los tiempos.
La última aparición pública como banda: para las canciones que tocaron en la terraza
del edificio de Apple Corps, el 30 de enero de 1969.
Más allá de ninguneos, escándalos y deslealtades, la realidad es que el grupo un día se había acabado y cada uno ya estaba en su propio camino, en la música y en la vida. Alguna que otra vez se juntaron. En el casamiento de Eric Clapton con la ex de Harrison, Pattie Boyd, Paul, George y Ringo tocaron en vivo por unos minutos. Starr y Harrison colaboraron mutuamente en varios de sus álbumes solistas. McCartney tocó en el disco de Ringo Starr de 1973. Y así, sucesivamente. Con Lennon, salvo durante una confusa jam session en Los Ángeles, a expensas de la grabación de un disco de Harry Nilsson, nunca volvió a hacer música. Lo visitó varias veces en su departamento en Nueva York y con el tiempo recompusieron un poco su vieja amistad.
A la distancia (2009, revista Radio Times ), dijo Paul: «Así como John podía decir algo malo de mí, también podía bajarse las gafas hasta la punta de la nariz para decirme ‘te quiero’. Eso es lo que conservo de él. Pero también había otros dos miembros de los Beatles: George y Ringo. Todos fuimos increíblemente afortunados. Era una combinación mágica: yo tenía a John y a George y a Ringo, pero también John tenía a Paul y a George y a Ringo, y Ringo a George, a Paul y a John. Nos teníamos el uno al otro y eso fue, en definitiva, una combinación especial». En épocas de ídolos de usar y tirar, a algunas leyendas, especialmente a esta, se le permite ser recordada perfecta.
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