La cantante y actriz, la
última diva de la canción francesa, una de las voces emblema de ese país
y artista integral, falleció en Ramatuelle, cerca de Saint Tropez, a
los 93 años.
Medios internacionales dan cuenta del influjo de su arte que aportó
decididamente a expandir los alcances de la música francesa compuesta
por Jacques Brel, Boris Vian, Charles Aznavour, Léo Ferré, Serge
Gainsbourg o Benjamín Biolay.
Afincada en el barrio parisino Saint-Germain-des-Prés, allí compartió vivencias con Jean Paul Sartre (que le escribiría la canción “Dans la rue des blancs manteaux”), Simone de Beauvoir, Duke Ellington y también con Miles Davis con el que tuvo una relación de años que asumió, por ejemplo, en el documental “Birth of Cool” que este año estrenó Netflix.
En las décadas del ’50 y ’60 su figura llegó al cine bajo la dirección de sus compatriotas Jean Renoir y Jean Cocteau y de los norteamericanos John Huston, Henry King y Orson Welles.
Greco estuvo casada con los actores Philippe Lemaire y Michel Piccoli y con el pianista Gérard Jouannest y se mantuvo en actividad hasta 2016 cuando un infarto truncó su gira de despedida.
Ícono de Francia, amiga de poetas y músicos, encarnó como pocos artistas el espíritu del barrio artístico parisino de Saint-Germain-des-Prés.
«Pasión, combate, amor y diversión intensa», decía Juliette Gréco para resumir su vida.
«Encarnaba la elegancia y la libertad (…) Su rostro y su voz continuarán acompañando nuestras vidas», reaccionó el presidente Emmnauel Macron mediante un tuit.
Con sus pómulos altos, una mirada penetrante de ojos negros bajo su cabellera oscura y finas manos blancas moviéndose sobre un vestido, la cantante imponía en el escenario una imagen de dama negra.
«Gréco, rosa negra de los patios. De la escuela de los niños que no son buenos», como la pintó Raymond Queneau. Porque Gréco era una mujer atrevida.
«Soy un payaso en la vida y además me gusta reír. El atributo más grande de la seducción es el humor, la inteligencia, la broma», afirmaba hacía unos años.
Juliette Gréco nació el 7 de febrero de 1927 en Montpellier, en el sur de Francia. Tras la separación de sus padres, creció con su hermana Charlotte cerca de Burdeos (sudoeste) en la casa de sus abuelos.
Su infancia fue melancólica y eligió sobre todo la danza. La guerra obligó a la familia a huir a una propiedad en el Périgord (sudoeste), que sirvió de lugar de paso para la resistencia al invasor alemán. En 1943, su madre y su hermana fueron deportadas, y ella misma encarcelada en Francia una decena de días.
Gréco contará esta parte de su vida en una autobiografía publicada en 1983, «Jujube».
«Escribir ‘Jujube’ fue muy cruel para mí, muy violento. Me gustó escribir pero no me gustó remontar la película hacia atrás. No quería que otro lo hiciese, lo escribí yo, yo no soy cuestionable», explicó.
Al final de la guerra, con menos de 20 años, su aire rebelde, su belleza y su pinta seduce a intelectuales y artistas de Saint-Germain-des-Prés en París.
Frecuenta a Marguerite Duras, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y anima las veladas del mítico cabaret «Le Tabou». La juventud explota en una París liberada en la que el existencialismo nace entre los muros de clubes y cafés. Juliette Gréco conoce a Miles Davis, con quien tendrá una aventura.
Arquetipo de la mujer moderna
Raymond Queneau y Sartre firman sus primeros éxitos como cantante, «Si tu t’imagines…» («Si te imaginas…») y «La Rue des Blancs-Manteaux». Con el tiempo amplía su repertorio con Jacques Prévert, Boris Vian y Charles Aznavour. La «chica linda» se presenta en el Olympia, templo de la canción francesa, por primera vez en 1954, y se consagra.
Tras una boda relámpago con Philippe Lemaire, con quien tiene una hija Laurence-Marie (fallecida de cáncer en 2016, mismo año que en Juliette Greco fue víctima de una accidente cardiovascular), interpreta en los años 1960 a los más grande autores de la época: Serge Gainsbourg, Léo Ferré, Jacques Brel o Georges Brassens.
«He conocido a las personas más ‘maravillosas’ posibles», reconoce.
Gréco es el arquetipo de la mujer moderna: «Era muy adelantada para mi época, fui objeto de escándalo total, jamás busco ese tipo de cosas, soy así, no puedo hacer nada al respecto», confesó.
Actriz por vocación, actuó en «Bonjour tristesse» («Buenos días, tristeza») en 1958, adaptación de la novela de Francoise Sagan dirigida por Otto Preminger, durante su relación con el productor estadounidense Darryl Zanuck. Pero fue su papel en la telenovela «Belphégor» el que la hizo triunfar en la pantalla chica en 1965.
Con el correr de los años, hizo muchas giras por el exterior, conservando siempre las mismas convicciones y los mismos compromisos políticos.
Tras una segunda boda con el actor Michel Piccoli, se casó en 1988 con Gérard Jouannest, el expianista y amigo de Jacques Brel, que la acompañó también en el escenario.
Juliette Gréco sobrevivió al tiempo y a las modas. Jóvenes cantantes le escribieron canciones en sus últimos álbumes.
En 2015 dio una gran gira de despedida, durante la cual festejó sus 89 años sobre el escenario del Théâtre de la Ville, el mismo en el que había tenido en 1968 su éxito más grande, el pícaro «Deshabillez-moi» («Desvísteme»).
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